Línea Magenta: El poderoso (y peligroso) discurso de Shakira
Como lo mencioné en la entrega anterior, la música tiene intrínsecamente un mensaje y una intención, a veces es más perversa de lo que pensamos. *
Más allá del TT, los memes y la incesante necesidad de entretenimiento y ocio, de una sociedad post pandémica, ávida de una agenda de chismes que le permita interactuar en la vida cotidiana, considero que el tema Shakira, es un asunto relevante y ampliamente analizable, -no ya, necesariamente, para nosotras, que pertenecemos a generaciones que crecieron con Rocío Durcal, Amanda Miguel u otras grandes baladistas que hacían abiertas apologías del amor romántico, el despecho y los celos-. Este aparente mensaje de empoderamiento, desde mi punto de vista, esconde más que misoginia y violencia, realizando analogías poco creativas y cosificantes, hacia las mujeres implicadas en la canción (la cantante y a la que se alude), haciendo comparaciones de relojes y autos, colocando por supuesto al futbolista al que alude, el papel de elector, de «seleccionador» entre objetos de mayor o menor valor.
¿Alguien quiere pensar en las niñas?
Comunicar a las niñas y adolescentes que la forma de «facturar», hacer arte y más aún habitarse , implica enrraizar, comprometer e insistir en hablar de hombres, relaciones pasadas y despecho, es condenarlas a un «karma» histórico.
Leí algo muy interesante que escribió la cantante Björk, y circuló en redes, que considero, viene mucho a cuento:
«No quise hablar de feminismo durante 10 años, pero luego pensé: —Eres una cobarde si no te pones de pie, no para ti, sino para las mujeres, di algo».
“En mi álbum ‘Biophilia’ canté sobre galaxias y átomos, pero no fue hasta mi álbum ‘Vulnicura’ que obtuve la plena aceptación de los medios de comunicación solo por hablar del desamor. A los hombres se les permite hacer ciencia ficción, piezas de época, ser slapstick y humorísticos, ser nerds de la música que se pierden en esculpir paisajes sonoros, pero no a las mujeres, tenemos atención solo si nos cortamos el pecho y sangramos por los hombres”. Y sí, parece que el ya de por sí, sinuoso panorama que las mujeres tenemos en la música, el arte, la literatura, sigue subordinado a registrar el despecho por un hombre, por su amante o cualquier elemento facilón, pero de sencilla identificación para el inconsciente colectivo, modelado y operado por la cultura de masas.
Y es que, si bien los grandes temas de la humanidad permanecen intactos desde su propia existencia, cabe decir que la exploración que las mujeres hemos hecho de ellos, tiene que ampliar sus límites al mismo cosmos, a la existencia propia, la magia, el sentido, la naturaleza, el cuerpo, lo intangible…
Es preocupante, repito, que las niñas y adolescentes consideren que hablar mal de otras mujeres, «tirar» indirectas con un flow pegajoso, es una manera novedosa o talentosa de transformar en arte los sentimientos.
Decía la bajada de este artículo de opinión: ¿Alguien quiere pensar en las niñas? Porque parecen ser el target de esta canción y de muchas otras, que se repiten sin parar. Tienen 5 años, o a penas balbucean y ya consumen y replican historias terribles de dolor y resentimiento. Apropiando el sentimiento no ya, de una artista o una cantante, sino de la industria que representa. Una industria que sigue alimentando el morbo, la rivalidad entre mujeres y la cosificación de las mismas.
Dejemos soñar a las niñas y adolescentes con universos más grandes, y contemplemos.
Por: Carolina Chávez Rodríguez