Sobrevive en Quintana Roo el arte de hacer chicle

Cancún, Q. Roo.- La producción artesanal del chicle tiene más de 100 años de historia en la selva maya de Quintana Roo. Esta práctica ha enfrentado a la modernidad y se ha transmitido de generación en generación.

Los jóvenes chicleros aún suben a los árboles de chicozapote como sus tatarabuelos lo hacían, de manera rudimentaria, para cortar la corteza y extraer la materia prima: la resina.

Aunque en la actualidad la mayoría de los chicles se elaboran con polímeros derivados del petróleo, en Quintana Roo y buena parte de la Península de Yucatán aún se elaboran con la resina del chicozapote, según Radio Fórmula

La temporada de producción inicia en la época de lluvias, a partir de julio y acaba en febrero del siguiente año.

Los chicleros se internan en la selva durante semanas para buscar el árbol del chicozapote. El método de extracción no ha cambiado: se realizan cortes en zigzag desde la parte superior del árbol hasta la base, por donde la resina fluye. Luego la recogen en una bandeja en la parte inferior.

El método para escalar el árbol es muy rudimentario, consiste en atar cuerdas alrededor del tronco, que les sirven como “escalera”.

Cuando terminan de recolectar la resina, la llevan a los campamentos chicleros o pueblos cercanos donde la hierven en ollas enormes, agitándola sin parar hasta obtener una pasta espesa: el chicle. Luego colocan el producto en moldes de madera, donde se solidifica ligeramente.

El chicle, fundamental para la creación del estado

La producción del chicle sirvió para poblar la selva quintanarroense, de acuerdo con un estudio realizado por Raúl Arístides Pérez Aguilar de la Universidad de Quintana Roo.

Incluso se puede llegar a decir que esta actividad económica sirvió para vencer las últimas resistencias indígenas e integrar a los pueblos mayas al mercado capitalista; ahí por el año 1929.

La explotación en lo que actualmente es Quintana Roo inició en 1880, pero el territorio carecía de asentamientos, la mayoría de la población era flotante, ya que la gente llegaba para el periodo de producción, pero se retiraba a sus lugares de origen o se establecía en Campeche y Yucatán, que les ofrecían más posibilidades de desarrollo.

Sin embargo, a raíz de esta industria, Quintana Roo se llenó de caminos, abiertos a golpes de hacha y machete, y de poblados, que se fincaron en los antiguos hatos chicleros.

Hasta hace una década, había en la entidad 27 cooperativas y 5 secciones las que se dedican a la extracción y comercialización de la resina, en los terrenos ejidales de Felipe Carrillo Puerto y Othón P. Blanco —en el centro y sur del estado. Integraban la fuerza de trabajo alrededor de 3 mil 500 productores